Esta receta es fácil, muy fácil y le tengo un cariño especial, porque a mi padre le encantaba y cuando las hago lo recuerdo sentado delante de la tele con un vasito de vino y una tapa como ésta: gambas fritas. Le pirraba el marisquito y nos contagió ese gusto. Desde muy chiquitines, en casa, comíamos almejas, coquinas, camarones, cangrejos,...(yo he llegado a comerme para la merienda un bocadillo de coquinas, sí, sí, no os riáis; eso sí, sin cáscara, mi madre me las salteaba y yo le sacaba la carne, mojaba el pan con el aceite, rellenaba con las pipas y a merendar, je, je...) Mis hijos ni las huelen, eso que se pierden; mientras, cabemos a más y nos aprovechamos hasta que se den cuenta de su error.
Bueno, al lío, preparar estas gambas es tan fácil como tener un buen puñado de gambas, quitarles sólo la cabeza, añadirles sal, pasarlas por harina y a la sartén, ¡ya está! así de fácil, y luego sólo queda comérselas calentitas acompañadas de una cervecita fresquita, fresquita.
Comentarios
Y menos mal que lo veo despues de cenar, asi no se me antoja comerlo ahora, je, je....
Bss!!!